A la izquierda está mi anterior esponjilla para lavar platos, a la derecha está la nueva, con la que la voy a reemplazar. Son dos trozos de la misma luffa (estropajo o esponja vegetal) que compré hace más de un año, y que todavía tiene para sacar dos trozos más. (En más de tres años que llevo usando esta opción para lavar platos y como esponja en la ducha, ¡he tenido que comprar solo DOS luffas!)⠀
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Las esponjillas sintéticas comerciales están fabricadas con derivados del petróleo, requieren procesos industriales complejos, que generan residuos y emisiones tóxicas, y al final de su vida útil se convierten en basura. Estas esponjillas, en cambio, son trozos del fruto de una planta que se cultiva en muchas partes del mundo, no requiere procesos industriales (solo hay que dejar que el fruto se seque, y ya), no requiere empaques ni etiquetas, y en su proceso de producción (o sea, mientras crece la planta) hace fotosíntesis, captura dióxido de carbono y produce oxígeno. Al final de su ciclo de vida se puede poner en la compostera o paca digestora, se puede usar como material de drenaje al sembrar plantas, o se puede enterrar en un jardín. ⠀
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Para quienes todavía usan esponjillas comerciales, tóxicas y contaminantes: la luffa sirve para lo mismo, y de hecho lo hace mejor. El “problema” es que no tiene detrás a grandes multinacionales que pagan millones por hacerle marketing. Pero no deberíamos necesitar marketing para tomar mejores decisiones de consumo. Digamos todes: Chao esponjilla. Hola Luffa. 👋🏻 (Para quienes preguntan dónde la compro: en la plaza de mercado La América, en Medellín. En Colombia se consiguen fácilmente en las plazas de mercado. Quienes no viven en Medellín, pueden buscar en Google, o si alguien tiene datos por países o ciudades los puede compartir aquí en los comentarios para otras personas de la misma zona).
