En esta publicación sobre el día de la Tierra no voy a compartir ideas sobre cómo vivir de manera más sostenible. Hoy lo que quiero es hacerle un homenaje al miedo, la rabia y la tristeza… esas cosas que hemos aprendido que no es deseable sentir, y frente a las cuales hemos decidido anestesiarnos colectivamente.
Cualquier persona que haya tratado de tener una conversación sobre el estado del planeta lo ha experimentado: en algún punto nos encontramos con una pared, con alguien que dice “no exageres, no es para tanto” o “ay no, no hablemos de cosas tan tristes”. No es posible hablar del problema que tenemos porque no queremos aceptar todo el espectro de las emociones humanas, y queremos quedarnos solo en un estado de “felicidad”… que realmente no es felicidad, sino entumecimiento.
No es posible resolver un problema si nos negamos a reconocer que ese problema existe, y no es posible reaccionar frente a situaciones de amenaza si no aceptamos que el miedo, la rabia y la tristeza son señales que necesitamos, para saber cuándo debemos reaccionar y con qué urgencia.
En una sociedad que espera que la felicidad sea un estado estático y perpetuo y que considera que la alegría y el optimismo son lo único deseable, aceptar otras emociones (y usarlas para construir cosas nuevas) es un acto de rebelión.
No es nuestro deber callar ni reprimir esas emociones y sensaciones para evitar incomodar a quienes no quieren hablar sobre esto. Es nuestro derecho escucharnos, reconocer lo que sentimos, aceptar su importancia y su valor, y usarlo para tener la fuerza y determinación que se requieren para afrontar un problema de esta magnitud.
Por eso comparto esta invitación: acepta y agradece tu miedo, tu rabia y tu tristeza. El planeta necesita gente que esté dispuesta a sentir esas cosas. Si no las sentimos, terminamos por anestesiarnos frente a lo que está pasando, y si hay algo que caracterice a una persona anestesiada es su incapacidad para reaccionar frente a cualquier cosa.
El dolor es una señal de que estamos vivas y estamos notando algo que no está bien. Hagámosle caso. Somos fuertes precisamente porque somos sensibles. ⠀