R se encontró esta planta hace un rato mientras caminábamos cerca de la casa. Las encontramos con frecuencia en medio de la calle y, cuando eso pasa, las ponemos en un antejardín o cerca a un árbol para que puedan seguir viviendo. ⠀
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Aparecen en medio de la calle porque se caen de las ramas altas de los árboles o de los cables de la luz, que es donde viven. Y viven del aire. ⠀
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Bueno, realmente no viven del aire: viven gracias a la humedad que forma parte del aire, que trae nutrientes que les permiten existir tanto sobre una cosa inanimada —un cable— o sobre otro ser —un árbol— sin tener que “robarle” nutrientes a nadie. ⠀
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Tienen vidas tan sencillas que todo lo que requieren se lo trae el viento. No necesitan ser parásitas. ⠀
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Qué diferente sería el mundo si los humanos miráramos con más curiosidad y con más humildad a los otros seres que lo conforman. Si en lugar de asumir que somos superiores (porque somos capaces de fabricar objetos que destruyen a otros seres) nos preguntáramos qué podemos aprender de un gato, de una cucaracha, de un helecho o de una planta epífita. Si supiéramos habitar otro ser —la Tierra— sin robarle sus nutrientes.⠀
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En uno de mis libros favoritos, que se llama La inteligencia de las flores, el autor dice: “Se me figura que no sería muy temerario sostener que no hay seres más o menos inteligentes, sino una inteligencia esparcida, general, una especie de fluido universal que penetra diversamente, según sean buenos o malos conductores del espíritu, los organismos que encuentra”. ⠀
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Hace falta que aprendamos a ser mejores conductores de ese espítiru e inteligencia esparcida. A ver si, ahora que parece que ya no queda tiempo, somos capaces de aprender a vivir dentro de los límites del ser que nos sostiene, como las epífitas. ⠀
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P.D. Esa belleza de libro será el que leeremos para cerrar el año en el club de lectura, que funciona a través de mi perfil de Patreon. Si te quieres sumar, encuentras el enlace en la descripción de mi perfil ✨📔
